Realidades.

Simplemente miré a través de la ventana empañada a causa del vaho, causado por el frío que hacía, sin importar que estaba dentro de mi casa.
Escuchaba repiquetear las gotas de lluvia, y eso me ponía a pensar, me ponía a divagar...
Observaba el cielo plagado de bellas nubes que cubrían todo, y hasta el horizonte...
Y ahí estaba yo, perdiéndome en el cielo, y ahogándome dentro de mí misma.
Todo me daba vueltas, no sabía que sucedería, que sucedía en ese momento, y que me había sucedido.
Necesitaba remediar unas situaciones que había ocasionado yo sola, que yo misma había sido la responsable, sin embargo, hasta ese momento me di cuenta, pues cuando las había causado, había negado mi responsabilidad.
Fantasmas del pasado volaban hacia mí, atormentándome y haciendo brotar amargas lágrimas color carmesí.
Y, una vez más, lograron hacerme sentir mal, sentirme la persona más vulnerable de este mundo sin nadie que me protegiera, sin nadie que me dijera: "Aquí estoy..."
Y, un impulso nació de mí, me levanté del suelo y me dirigí al librero, tomé la navaja y comencé a lacerarme una vez más, había reincidido.
En ese momento, no me di cuenta de lo que estaba haciendo, simplemente pasó, y fue tan rápido que en menos de 3 minutos ya tenía más de 20 cortes en el brazo izquierdo.
La sangre comenzó a brotar, no a borbotones, puesto que las heridas eran un poco superficiales, sin embargo, las gotas de sangre corrían consistentemente.
Los recuerdos seguían llegando, antiguas culpas y remordimientos renacieron...las lágrimas seguían brotando sin cesar.
Al ver que había reincidido en algo que ya había superado hacía tiempo, hizo que me enojara conmigo misma, y lacerara, aún más, mi cuerpo.
Ya no sólo el brazo, también la espalda, las piernas, reabrí heridas que ya habían cerrado, las abrí y quedaron aún más profundas.
Pensé, "Ahógate en ti misma, lo necesitas..."
Así es, necesitaba ahogarme en mí misma, una vez más, sentir lo que es estar a punto de tocar el abismo más profundo de mis sentimientos, experimentar lo que es quedarme, de nuevo, en ese vacío infernal que día a día me carcomía...Sin embargo, en ese momento, dejé que me poseyera totalmente.
Mientras yo pensaba todo esto, la navaja seguía causando estragos en mi piel, pero, los estragos más grandes los estaban causando los fantasmas de mi pasado, que yo creía habían desaparecido, pero no, me había equivocado, ahí estaban y más corpóreos que nunca.
En ese momento, todo me importó nada, sólo era yo y el mar infinito que me arropaba con sus olas y me ahogaba en él, suavemente, para que yo no me asustara y tratase de escapar, lo hizo suave, tiernamente...
Hasta que, de un último abrazo, me terminó de hundir en él...
Malditas voces, no me dejaban en paz, seguían ahí...Jamás se habían ido, simplemente, las evitaba...
Pero ahí estaban, y, en ese momento, todas renacieron y me gritaron todas al unísono:
"¡Eres nada!"
Por fin, la verdad se había asomado...
Todo era tan, insignificante en ese momento...
Nada, significaba algo...
Y, como todo el tiempo, volvía a mi esa frase que tanto martilleaba en mí:
" Siempre es Nunca, y, Nunca es Siempre..."
¿Siempre? ¿Nunca?
Se terminan fundiendo en una....
Siempre, esas dos palabras martilleaban dentro de mí, nunca las podía olvidar.
Y, en ese instante, en un grito de dolor, volví a perderme dentro de mí...
Volví a sentarme junto a la ventana, a escuchar tan cerca de mi oído el repiqueteo de las gotas de lluvia...
A seguir empañando el cristal...
A seguir sumida en un mar de sentimientos que duraría para siempre, que nunca se iría...