Una taza de té.

Vivo en alguna ciudad perdida en el mundo, eso no importa. Mi casa es de dos plantas, digamos que aproximadamente son ciento veinte metros cuadrados de hogar. Mi habitación, es la primer puerta a la derecha al subir las escaleras. La ventana de mi habitación da hacia el patio trasero de mi casa, y se pueden observar el patio de la casa de la derecha, la jaula para colgar ropa de la casa de la izquierda, la parte trasera de la casa de la calle paralela a la mía y un lote baldío con plantas y flores muy altas justo a la derecha de ésta.

Estado explicado ésto, les contaré lo que me sucedió hoy:
Estaba fumando en mi ventana, observando el gran paisaje que posee, já, cuando de pronto, un gato negro se comenzó a pasear por la corniza del patio trasero de mi casa. Era un gato grande, musculoso, de pelaje completamente negro azabache y muy brilloso. Un gato que nunca había visto por los alrededores, un gato diferente. Éste, sin advertir mi presencia espía, siguió su camino de una manera segura y sigilosa. Sentóse justo enfrente de mi ventana, viendo fijamente hacia la casa del vecino de la derecha. Así estuvo, como congelado, durante dos minutos. Después, continuó su camino sobre la corniza, con el mismo paso lento y seguro. Parecía que todo estaba sucediendo en cámara lenta, y mientras yo observaba esta bella escena, el humo entraba y salía de mi boca.

El gato llegó al punto justo en el que colindan mi casa, la casa del vecino de la derecha, la casa de la calle paralela y el lote baldío que está a la derecha de ésta. Ahí, se volvió a sentar dándome totalmente la espalda, los pocos rayos de Sol que había en ese momento iluminaban sólo la mitad de su lomo, dándole una apariencia un tanto curiosa. Movía su cola de lado a lado y miraba fijamente hacia el cielo, yo lo observaba fijamente.

En ese momento, bajó la cabeza, volteó a su izquierda y un poco más hacia atrás y sus ojos se encontraron con los míos.

Sus ojos eran perfectamente amarillo brillante, casi no se alcanzaba a distinguir su alargada pupila, proporcionando al espectador la ilusión de dos esferas brillantes en sus cuencas oculares.
Viéndonos fija y directamente a los ojos, ambos nos mantuvimos durante algún tiempo, exactamente no sé cuánto, la sensación era de un instante congelado. Ingrávido.

Sentía un cosquilleo recorrer todo mi cuerpo, una chispa subía y bajaba por mi espina dorsal frenéticamente. Y nuestros ojos, conectados. Su cola iba y venía en un vaivén interminable, mi cuerpo flotaba. Y el gato, me observaba y me observaba. El humo iba y venía. De pronto, el gato asintió con su cabeza, tal vez aprobando algo, haciendo un saludo o reverencia, o tal vez fue por mero gesto de amabilidad. No sé.

Acto seguido, volvió a mirar fijamente el cielo durante un momento, y continuó con su característico andar hasta que dio un brinco y desapareció. En el momento en el que el gato brincó, puedo estar segura que volteó a verme y sonrió.

Al perder de mis ojos su figura, el tiempo siguió su paso normal.

Espero que regrese en sueños y podamos compartir una pequeña (o grande) taza de té.