Hoy es de esas noches donde quiero mandar a la chingada a todos y todas. Lo lograron, mermarán mi capacidad de razonamiento durante dos pinches días. No iré a Slayer. Carajo.

El Angel de la Muerte y Yo.

Todo empezó cuando mi ex-escuchante-de-buena-música hermano solía ponerle los cabellos de punta a mi papá escuchando a Pantera, Metallica, Megadeth, Iron Maiden y *chanchanchaan* Slayer.

Oh sí, fue ahí cuando todo empezó. La primer canción que escuché de ellos, si mal no recuerdo, fue Temptation; rola que hasta la fecha es mi favorita de ellos, oh sí. Táchenme de rara o de lo que quieran, pero es mi rola favorita. Bueno, el caso es que, me enamoré instantáneamente de ellos... Cabe aclarar que yo en esas épocas tenía como 8 años o por ahi... Estaba toda bebé.

Bueno, el caso es que, por azares del destino, hubo una época en la cual yo me alejé de mi angelito-de-la-muerte-chiquito-papi-Araya por escuchar algunas otras cosas que, por salud mental de mis lectores, no pondré. Bueno, no es tanto, sólo era uhm... Death rock y pendejadillas así... Ok ya.

Slayer, es de mis bandas favoritas. Y es de las bandas especiales. Quien entienda la diferencia, se llevará un dulce. Hahahahaha, ok ya.

Después, cuando en 2006 vinieron, yo iba en 3ro de secundaria... Oh diablos, cuando me enteré que vendrían, casi mojo mis pubertos calzoncitos, y cuando me enteré que no iba a ir, mojé mis pubertas mejillitas.

No quiero ni decirles, a los que son más fans que yo (sí los hay, y un chingo)... Todos los que gustamos de Slayer, podemos explicar esa sensación de euforia, adrenalina, emoción, ganas de golpear gente, blah...

Tantas cosas, tan inexplicables pero tan tangibles... Vaya, son perfectos.

Sí, tuvieron dos que tres discos malitos... Pero, es Slayer... Y todo mundo se puede ir mucho a la chingada, es Slayer y punto. ¿Ok?

Ahora que vienen el próximo martes 21 de junio al palacio de los rebotes, digo, deportes... Lloverá sangre en todo el distrito federal. ¿Saben?

Por mi salud mental, es necesario que vaya. No soportaría el hecho de perdérmelos por segunda vez conciente y por tercera vez en mi existencia. Oh sí, los que en 1994 fueron, podrán decírmelo. En esa época tenía 3 añitos, ni de chosta hubiera podido ir, pero aún así cuenta, sería la 3ra vez que me los pierdo en mi existencia.

Pero bueno, me sumergiré en la magia negra. Oh sí, ya me ví.

.K.

Mi héroe.

Hoy se cumplieron dos años que perdí a una de las personas, sino es que la persona, más importante en mi vida. Mi super pato, mi superhéroe, mi guía, mi consejero, mi confidente, mi todo, mi abuelo.

Un 7 de junio de hace dos años, aproximadamente a las 3.30 pm me avisaron que mi héroe había pasado a mejor mundo. No sé decir bien qué pasó por mi mente, simplemente, me negué a entenderlo del todo, caí en un estado de shock que me duró varias horas, hasta que por fin, me cayó la noticia como balde de agua fría: Mi héroe ya nunca me iba a poder hablar, ni abrazar, ni ofrecerme cuernitos y leche con chocolate. Ya no iba a poder ir a visitarlo a su casita, y que saliera en bata azul del baño a recibirnos, a mí y a mi familia. Ya no me iba a decir que fuéramos a la floresta por un helado, jamás lo iba a poder tocar, oler o abrazar más. Las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas, y así estuvieron muchos días.

Me fui a despedir de él, lloré como nunca a nadie le he llorado. Lo extraño como a nadie creo extrañar jamás.
Hoy, a dos años de su partida, me sigue haciendo demasiada falta. No concibo, aún, la idea total que nunca estará ya. No sé por qué, en alguna infantil parte de mi cerebro, pensé que estaría siempre con nosotros, jamás me imaginé, nunca pensé, en ningún momento me hice a la idea que se marcharía. Es imposible pensar en la muerte de un superhéroe, ¿no? Eso era para mí, mi superhéroe.

A cada momento que me acuerdo de él, que lo pienso - o sea todo el tiempo - me vienen recuerdos muy buenos que pasé con él. Como la vez, hace ya varios años y ayeres, que nos fuimos casi toda la familia a un lugar en medio de la nada de Hidalgo, llamado Beristáin (o algo así) y ahí, mi papá, mi mamá, mis primos, mi hermano, mi hermana mayor (la peque ni existía aún), y mi abuelo coacheando y arbitreando, jugamos basketball. Sólo para que conste, tanto mi abuelo como mi padre, aman ese deporte. Es tiempo que mi papá, ya así de viejo que está -58 años- se sigue reuniendo con sus amigotes (no en el sentido despectivo de la palabra, sino porque de verdad están grandotes. Mi papá con su 1.90m es de los chaparritos, así que imaginen) para "cascarear" un rato. Pero bueno, volviendo al punto... El chiste es que mi abuelo, incluso, tiró unas cuantas canastas y nos enseñó a mi prima Agnes y a mí a hacerlo de manera correcta.

Otro buen recuerdo que tengo de él es cuando, yo estando pequeña, aprox unos 6 añitos, le pedí a mi abuelo una nota. Para que queden claras las cosas, mi abuelo tenía una libreta de su personaje de Disney favorito: El Pato Donald, de hecho, a él le decían Pato. Bueno, el caso es que, yo viendo su libreta, quise pedirle una nota, en la cual, simplemente puso que esperaba que siguiera siendo una niña buena. Nota fechada del 25 de enero de 1998. Nota que aún conservo.

Mi abuelo fue un señor alto para su época, en sus tiempos mozos medía aprox como 1.90 y de complexión robusta. Un señor que se dedicó mucho tiempo al deporte, concretamente, al atletismo. Yo ya no lo conocí así, yo lo conocí de 1.85m y con la cabeza llena de canas, o más bien, ya con el cabello blanco, blanco. SU bigote, siempre perfectamente recortado, y sus anteojos para ver de cerca y de lejos. ¡Ah! Y como olvidar, inseparable del control de la TV.

Fue de esas personas que siempre ayudó a quien lo necesitaba, fuera quien fuera. Así era. Un gran señor de cabellos blancos y ojos verdes.

Fue él quien me inculcó el hábito de la lectura, fue quien me enseñó a colorear como se debe, fue por él por quien llego a pintar de vez en años. Él pintaba, su último cuadro, un paisaje nevado, está colgado en mi sala en homenaje a él.

Así era mi abuelo, así fue, así es, así lo recuerdo, recordamos y recordaremos. Jamás con una mala palabra en su boca, jamás con una grosería, jamás. Noble como él solo, y tal vez parezca que lo enaltezco, pero de verdad, jamás en la vida (y cuento con el testimonio de mi padre y mis tíos) jamás en la vida se enojó.

A todos nos hace falta, pero todos lo amamos y recordarmos siempre. O, hablo por mí.

Así fue, Don Raul Oliver García, qepd.

Te amísimo abuelo!
Stephanía.