...Y de repente, la nada.
Una lágrima traviesa surcó mi mejilla y se perdió en lo profundo de mi cuello, desvaneciéndose entre mis cabellos.
Absorta en los túneles interminables de mi pensamiento, me hallaba perdida en el universo paralelo s éste que es mi mente, tratando de averiguar qué es lo que hacía con mi triste existencia en ese segundo, en ese minuto, en ese lugar...
Escuchaba el tic-tac del reloj que estaba a mi derecha, sonido eterno que nos indica que nuestra estancia aquí no es permanente, que nos indica que, algún día, dejaremos de ser lo que somos para convertirnos en aquello que no somos.
Observaba, a través de la ventana, el continuo pasar de los automóviles, el pitar del claxon de éstos, el chirriar de las llantas al momento que frenaban de una manera brusca...
Así mismo, escuchaba el repicar de las gotas de lluvia contra el cristal, y observaba como el vaho que emanaba de mi boca, al chocar con la ventana, formaba una delgada capa que me invitaba a hacer pequeños trazos, tal vez sin sentido, en ella...
Sentí como el frío caló hasta mis huesos, y temblé ligeramente, resolví ir por una chamarra, cobija, suéter, o lo primero que me encontrase, para cubrirme de ese frío enfermizo que invadía la habitación y mi cuerpo. Lentamente, me puse de pie y me dirigí al guardarropa, sólo para descubrir que estaba completamente vacío, no había una sola prenda dentro de él...
Un poco consternada, y asombrada, por este hallazgo, me dirigí al armario de la otra habitación para tomar una cobija, cuando llegué por ella, va siendo mi sorpresa que también estaba vacío.
Ni modo - pensé yo- soportaré el frío. Sin embargo, ambos descubrimientos habían dejado en mí una clara sensación de desasosiego.
Para calmar mis nervios, decidí ir por un cigarrillo, caminé lentamente hacia mi habitación y me dirigí directamente a la mesa de noche, que se encuentra al lado de mi cama, para tomar la cajetilla y poder fumarme aquel objeto que calmaba mis nervios.
Lo tomé, lo encendí y me dirigí a la ventana, la abrí y me recargué en el alféizar, y sentía como la brisa de la recién detenida lluvia, en conjunto con el viento gélido que soplaba, refrescaba mi cara, al mismo tiempo que la helaba.
Instantáneamente, me llevé el cigarrillo a los labios, y le di la primer inhalada, sin sentir algo, y sin tomarle sabor...
¡Qué raro! - me dije a mi misma - Sin embargo, continué fumando sin sentir cosa alguna...
Habiendo terminado de fumar, mis nervios, en lugar de haber disminuido, habían incrementado...
Resuelta a quitarme de encima esa incómoda sensación, decidí caminar por la casa, a ver si, de este modo, calmaba mi creciente ansiedad.
Cerré la ventana, y salí de mi habitación, descubriendo que reinaba un sopor en toda la casa, difícil de describir y soportar, además del silencio muerto que impregnaba cada rincón de la casa, parecía como si la eternidad estuviese guardada dentro de mi casa, cual bomba a punto de explosión.
Me dirigí a la cocina, vacía.
La sala, vacía.
El comedor, vacío.
Las habitaciones, vacías.
¿Dónde están todos? - pensé - Tal vez, me quedé dormida y salieron sin avisar, como es su costumbre - me respondí.
Continué caminando, hasta llegar a la puerta que daba al patio trasero...Salí al patio y noté como la hierba estaba demasiado crecida...
Me quedé parada un momento en medio del patio y volteé mi cara hacia el cielo, descubriéndolo de un color grisáceo y plagado de nubes...
Al bajar mi mirada, volteé hacia la izquierda, descubriendo un curioso objeto que llamó mi atención en la esquina, cubierto de hierba, casi por completo.
Me dirigí a ese lugar y le quité de encima la hierba, arrancándola y lo que descubrí, me dejó petrificada por completo...
Aquí yace...
Comprendí todo y las imágenes y recuerdos volvieron a mí cual cubetada de agua helada...
La cuerda, las escaleras, mi cuello...
El grito de mi madre, las lágrimas de mi padre...Como consecuencia, el autismo de mi hermana...
La mudanza, el dejar atrás recuerdos...
El eterno dolor, y la creciente desesperación...
Huellas imborrables, perdurables para toda una eternidad...
Una lágrima traviesa surcó mi mejilla y se perdió en lo profundo de mi cuello, desvaneciéndose entre mis cabellos.
...Y de repente, la nada.