¿Alguna vez has pensado en qué siente la lluvia al caer? ¿Le dolerá pegarse con las ventanas, el suelo, tu cuerpo? Estoy segura que jamás lo has pensado. ¿Le gustará a la lluvia que, cuando llega, toda la gente corre, se esconde, huye, se enoja? Pobre lluvia, tiene sentimientos; llora y se enoja cuando la gente huye de ella, como si no fuera bienvenida, como si fuera un malestar.
¿Tiene la lluvia alguna opción de huir, protegerse, antes de chocar contra cualquier superficie? Pienso que somos insensibles para con ella; le vemos el lado negativo: Que si tu peinado se arruina, el maquillaje te lo estropea, empapa tu bien planchado y cuidado, por no mencionar caro, atuendo; no sabemos apreciar las cosas buenas que tiene: La felicidad que lleva a un pueblo sumido en desesperanza a causa de la sequía, la alegría que experimentan los árboles, flores, animales, al sentirse rociados por ella. Las penas que desvanece, los momentos románticamente espontáneos que experimentan un par de adolescentes enamorados en el bosque de su ciudad. ¿Creen que la lluvia se enoja y busca su venganza? Sí, yo digo que sí, es por eso que inunda ciudades, despoja de bienes... Sin embargo, es buena y tarde o temprano lo recompensa. Así que, ponte a pensar en sus sentimientos la próxima vez que te visite y no huyas de ella, al contrario, disfrútala y siente como puede enjugar tus lágrimas y sanar tus penas. O sigue siendo el mismo insensible, del cual, algún día, ella se vengará.
Something
Los pajarillos cantan y las gotas de agua resbalan, resignadas, por las ventanas. Ha parado de llover.
Salgo al patio, humedeciendo mis zapatos, calcetines, pies y un pedazo de mis pantalones a causa del pasto que, por obvias razones, está mojado.
Las nubes dejan de arremolinarse, y comienzan a partir, con la cabeza agachada y aceptando la triste y cruel derrota ante el sol.
En el parque... Los columpios, mecidos por la suave mano del viento, marcan el compás de la triste y silenciosa melodía que recorre mis pensamientos...
Siento unas ganas irrefrenables de llorar, siento mis ojos como si estuvieran a punto de diluviar, ¿has tenido la sensación de que, si no dejas que el arroyo siga su cauce, causará una inundación cuyos daños serán, con el tiempo irreparables?
El viento juguetea con mi cabello. Parece que el sol quiere jugar a las escondidillas, haciendo sus intermitentes apariciones tras las nubes... ¿Qué pretenden las estrellas cuando danzan al ritmo del azul?
Dentro del vaso ponen algunos hielos, después, dejan caer sobre ellos un manantial, así sin más, los hielos reciben el chapuzón de sus vidas, ¿Cómo es eso? ¡Pregúntale al silencio, probablemente él te pueda dar una respuesta coherente!
Los muebles crujen, se quejan... Quieren recibir - y bien merecido lo tienen - la atención de un trapo, seco, húmedo; no importa, mientras les ponga atención. Me han contado que el polvo les está causando unas alergias terribles, se sienten desvanecer, como si se comenzaran a llenar, irremediablemente, de pequeños agujeros que merman con su integridad física.
En la casa, respiro una atmósfera soporífera, cargada de tensión... Pareciera olla exprés a punto de ebullición. Todos los sentimientos, amontonados, apretujados, ¿Acechados?... Lloran, lloran, lloran; al no tener quien les preste atención se han dado a la tarea de desaparecer, de evaporarse, de desvanecerse dentro de esas líneas sobre las cuales escribo mi dulce melodía. ¿Dulce, ácida, amarga? ¡Variedad de sabores puedes encontrar dentro de mí!
En algún recóndito lugar de mi cabeza, las telarañas hacen presencia. En ese descuidado rincón de mi alma, el tiempo ha carcomido todo lo que ha ido encontrando a su paso. Ha destruido, construido, hecho y deshecho a su antojo, ¡Oh, bendita la maldición del tiempo! Sin ella, no estaríamos aquí.
En...¿Dónde? Cualquier lugar, puedo percibir el olor de un cigarro que es consumido por la boca y pulmones de un individuo trastornado, conmocionado, nervioso, ansioso... Si supiera, que aquella bocanda de humo que exhala es la última en un buen tiempo, durante un largo viaje... ¿Regresará? Las carreteras son peligrosas.
¿Azul de metileno? Mucho... ¡¿azul?! Gris, no. Blanco, tal vez. Negro, improbable. Silencio, la respuesta ruidosa. Ausencia, probablemente. Policromático, dudoso.
¿Tres y cuatro? Siete. No, equivocado; treinta y cuatro. Ambigüedad.
Y, en el campo de batalla, las balas recorren gozosas y con hambre de sufrimiento, el aire. Siempre listas para impactar en el primer conjunto de átomos que formen un cuerpo para alojarlas, sin su consentimiento. ¡Escucha, viene hacia ti!
Necedad. Terquedad. Ambos claros signos de falta de orientación.
¿Dejó de llover? Sí. ¿Puedo ir a jugar en los charcos? Claro, sin problema. Brinco desde el alféizar de mi ventana, ubicada en un segundo piso, caigo sin hacerme daño y corro a juguetear en el parque.
Llega a mi nariz el inconfundible, delicioso y misterioso olor de la tierra mojada en combinación con lluvia frutal.
Una abeja pasa rozando mi oreja, y yo, respiro.
Abro los ojos, y me encuentro frente a mi reflejo.
Salgo al patio, humedeciendo mis zapatos, calcetines, pies y un pedazo de mis pantalones a causa del pasto que, por obvias razones, está mojado.
Las nubes dejan de arremolinarse, y comienzan a partir, con la cabeza agachada y aceptando la triste y cruel derrota ante el sol.
En el parque... Los columpios, mecidos por la suave mano del viento, marcan el compás de la triste y silenciosa melodía que recorre mis pensamientos...
Siento unas ganas irrefrenables de llorar, siento mis ojos como si estuvieran a punto de diluviar, ¿has tenido la sensación de que, si no dejas que el arroyo siga su cauce, causará una inundación cuyos daños serán, con el tiempo irreparables?
El viento juguetea con mi cabello. Parece que el sol quiere jugar a las escondidillas, haciendo sus intermitentes apariciones tras las nubes... ¿Qué pretenden las estrellas cuando danzan al ritmo del azul?
Dentro del vaso ponen algunos hielos, después, dejan caer sobre ellos un manantial, así sin más, los hielos reciben el chapuzón de sus vidas, ¿Cómo es eso? ¡Pregúntale al silencio, probablemente él te pueda dar una respuesta coherente!
Los muebles crujen, se quejan... Quieren recibir - y bien merecido lo tienen - la atención de un trapo, seco, húmedo; no importa, mientras les ponga atención. Me han contado que el polvo les está causando unas alergias terribles, se sienten desvanecer, como si se comenzaran a llenar, irremediablemente, de pequeños agujeros que merman con su integridad física.
En la casa, respiro una atmósfera soporífera, cargada de tensión... Pareciera olla exprés a punto de ebullición. Todos los sentimientos, amontonados, apretujados, ¿Acechados?... Lloran, lloran, lloran; al no tener quien les preste atención se han dado a la tarea de desaparecer, de evaporarse, de desvanecerse dentro de esas líneas sobre las cuales escribo mi dulce melodía. ¿Dulce, ácida, amarga? ¡Variedad de sabores puedes encontrar dentro de mí!
En algún recóndito lugar de mi cabeza, las telarañas hacen presencia. En ese descuidado rincón de mi alma, el tiempo ha carcomido todo lo que ha ido encontrando a su paso. Ha destruido, construido, hecho y deshecho a su antojo, ¡Oh, bendita la maldición del tiempo! Sin ella, no estaríamos aquí.
En...¿Dónde? Cualquier lugar, puedo percibir el olor de un cigarro que es consumido por la boca y pulmones de un individuo trastornado, conmocionado, nervioso, ansioso... Si supiera, que aquella bocanda de humo que exhala es la última en un buen tiempo, durante un largo viaje... ¿Regresará? Las carreteras son peligrosas.
¿Azul de metileno? Mucho... ¡¿azul?! Gris, no. Blanco, tal vez. Negro, improbable. Silencio, la respuesta ruidosa. Ausencia, probablemente. Policromático, dudoso.
¿Tres y cuatro? Siete. No, equivocado; treinta y cuatro. Ambigüedad.
Y, en el campo de batalla, las balas recorren gozosas y con hambre de sufrimiento, el aire. Siempre listas para impactar en el primer conjunto de átomos que formen un cuerpo para alojarlas, sin su consentimiento. ¡Escucha, viene hacia ti!
Necedad. Terquedad. Ambos claros signos de falta de orientación.
¿Dejó de llover? Sí. ¿Puedo ir a jugar en los charcos? Claro, sin problema. Brinco desde el alféizar de mi ventana, ubicada en un segundo piso, caigo sin hacerme daño y corro a juguetear en el parque.
Llega a mi nariz el inconfundible, delicioso y misterioso olor de la tierra mojada en combinación con lluvia frutal.
Una abeja pasa rozando mi oreja, y yo, respiro.
Abro los ojos, y me encuentro frente a mi reflejo.
Ella.
Como una melodía olvidada en el tiempo, como un río sin cauce.
Así se sentía sentada en uno de los sillones de su casa, observando las gotas de lluvia resbalar en la ventana. Perdida en sus pensamientos, venían a ella los recuerdos, borrosos, de alguna época... Una época en la cual, no era sólo un trasto vacío sin ocupación ahogado en el descuido; una época en la que desgranaba a diestra y siniestra los cuentos que el hielo le narraba, las anécdotas del césped, las interminables aventuras del fuego y los juegos infantiles de la tierra.
El reloj marcó medianoche, sentada en el vacío, temblando de ¿frío?.
Dejó caer su cabeza en el respaldo con pesar, seguía inmersa en sus memorias y no escuchó los pasos que, con cierta reticencia a hacer ruido, recorrían los pasillos de aquel olvidado caserón.
Lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas, cayendo por su cuello y perdiéndose en su escote. Lágrimas que abrasaron su alma sin razón alguna, lágrimas de ¿generación espontánea?
Los pasos se acercaban a donde ella estaba, aguardando su momento ocultos entre las sombras, ella, iluminada por los rayos de luna que se colaban por la ventana, hacía gala de una expresión impasible y un cabello rojo como la grana, cubriendo un rostro de un blanco lunar y unos ojos, cuya expresión calaba en los huesos de una manera indescriptible, de un tono azul profundo como el mar en su máxima expresión, comenzó a tararear una melodía gélida, sin principio ni fin, una melodía que te quema con sólo escucharla, una melodía algo tétrica, una melodía de muerte.
Un relámpago iluminó la estancia: Botellas de whisky alfombraban la estancia, cortinas de terciopelo rojo, a juego con su cabello, raídas por el tiempo y una calpa de polvo lo suficientemente gruesa como para amortiguar... ¡Pasos! De nuevo, acercándose a ella, acechando, observando, disfrutando, planeando, respirando acompasadamente, calculando.
Siendo tarareada por unos labios carmesí, una melodía de muerte opacaba cualquier ruido ajeno a la situación, incluída la lluvia.
Despertó. Se levanta del sillón, patea 3 botellas de whisky vacías que le estorban, y llega a la alacena; gigantesco mueble de madera de aproximadamente 78 años de antigüedad, reliquia familiar. Toma un vaso, empolvado por el susurro, abre otra botella de whisky, llena el vaso hasta la mitad y lo bebe de un sorbo. Regresa a su sillón con botella en izquierda y vaso en derecha. Se deja caer, tararea, respira, pierde.
Pasos apesadumbrados discurren en la estancia.
Vaya- dice una voz gélida- Hasta que apareces.
No obtiene nada, más que un ronco susurro.
¿Tienes miedo? Olvídate de cualquier cosa, no pienses...¡Actúa! - continúa la voz de mujer
De nuevo, nada, sólo un movimiento nervioso.
Se escucha una carcajada.
Los pasos se esconden en la parte más obscura de la habitación, ella voltea la cabeza, dejando admirar una belleza de inigualable proporción, absolutamente perfecta. El cabello enmarcando su rostro y ojos, sus labios y ojos en perfecto contraste. ¿Qué más pediría ella siendo, sin lugar a dudas, exquisita?
Se toma otro vaso de whisky y se acerca a la ventana, empañándola con el vaho que emana de su boca. Sus ojos están tristes, vacíos, inconsolables. Su pecho está empapado con las aguas de la desesperanza, tristeza y soledad. Sus manos, estrujan entre ellas el aire de la ira, que poco a poco la corroe a ella.
Tan absorta en el hielo está que no se da cuenta que los pasos están justo detrás de ella. Todo sucede en un parpadeo. Un relámpago. Un trueno. Una tormenta.
No hay pasos, sólo está ella y su melodía de muerte. Las botellas sufren, las penas ríen, el polvo canta y la lluvia llora.
Ella y su cabeza, ella y su belleza.
Sólo estuvieron ella y sus memorias olvidadas, recuerdo innegable de un pasado tormentoso: un suspiro.
Así, está ella, perdida en el fuego de su tiempo interminable, de las campanadas perdidas en el silencio. Ahí está ella, rogando por un momento de tranquilidad.
Aquí estuvo ella, ahogada en su rutina de destrucción.
Así se sentía sentada en uno de los sillones de su casa, observando las gotas de lluvia resbalar en la ventana. Perdida en sus pensamientos, venían a ella los recuerdos, borrosos, de alguna época... Una época en la cual, no era sólo un trasto vacío sin ocupación ahogado en el descuido; una época en la que desgranaba a diestra y siniestra los cuentos que el hielo le narraba, las anécdotas del césped, las interminables aventuras del fuego y los juegos infantiles de la tierra.
El reloj marcó medianoche, sentada en el vacío, temblando de ¿frío?.
Dejó caer su cabeza en el respaldo con pesar, seguía inmersa en sus memorias y no escuchó los pasos que, con cierta reticencia a hacer ruido, recorrían los pasillos de aquel olvidado caserón.
Lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas, cayendo por su cuello y perdiéndose en su escote. Lágrimas que abrasaron su alma sin razón alguna, lágrimas de ¿generación espontánea?
Los pasos se acercaban a donde ella estaba, aguardando su momento ocultos entre las sombras, ella, iluminada por los rayos de luna que se colaban por la ventana, hacía gala de una expresión impasible y un cabello rojo como la grana, cubriendo un rostro de un blanco lunar y unos ojos, cuya expresión calaba en los huesos de una manera indescriptible, de un tono azul profundo como el mar en su máxima expresión, comenzó a tararear una melodía gélida, sin principio ni fin, una melodía que te quema con sólo escucharla, una melodía algo tétrica, una melodía de muerte.
Un relámpago iluminó la estancia: Botellas de whisky alfombraban la estancia, cortinas de terciopelo rojo, a juego con su cabello, raídas por el tiempo y una calpa de polvo lo suficientemente gruesa como para amortiguar... ¡Pasos! De nuevo, acercándose a ella, acechando, observando, disfrutando, planeando, respirando acompasadamente, calculando.
Siendo tarareada por unos labios carmesí, una melodía de muerte opacaba cualquier ruido ajeno a la situación, incluída la lluvia.
Despertó. Se levanta del sillón, patea 3 botellas de whisky vacías que le estorban, y llega a la alacena; gigantesco mueble de madera de aproximadamente 78 años de antigüedad, reliquia familiar. Toma un vaso, empolvado por el susurro, abre otra botella de whisky, llena el vaso hasta la mitad y lo bebe de un sorbo. Regresa a su sillón con botella en izquierda y vaso en derecha. Se deja caer, tararea, respira, pierde.
Pasos apesadumbrados discurren en la estancia.
Vaya- dice una voz gélida- Hasta que apareces.
No obtiene nada, más que un ronco susurro.
¿Tienes miedo? Olvídate de cualquier cosa, no pienses...¡Actúa! - continúa la voz de mujer
De nuevo, nada, sólo un movimiento nervioso.
Se escucha una carcajada.
Los pasos se esconden en la parte más obscura de la habitación, ella voltea la cabeza, dejando admirar una belleza de inigualable proporción, absolutamente perfecta. El cabello enmarcando su rostro y ojos, sus labios y ojos en perfecto contraste. ¿Qué más pediría ella siendo, sin lugar a dudas, exquisita?
Se toma otro vaso de whisky y se acerca a la ventana, empañándola con el vaho que emana de su boca. Sus ojos están tristes, vacíos, inconsolables. Su pecho está empapado con las aguas de la desesperanza, tristeza y soledad. Sus manos, estrujan entre ellas el aire de la ira, que poco a poco la corroe a ella.
Tan absorta en el hielo está que no se da cuenta que los pasos están justo detrás de ella. Todo sucede en un parpadeo. Un relámpago. Un trueno. Una tormenta.
No hay pasos, sólo está ella y su melodía de muerte. Las botellas sufren, las penas ríen, el polvo canta y la lluvia llora.
Ella y su cabeza, ella y su belleza.
Sólo estuvieron ella y sus memorias olvidadas, recuerdo innegable de un pasado tormentoso: un suspiro.
Así, está ella, perdida en el fuego de su tiempo interminable, de las campanadas perdidas en el silencio. Ahí está ella, rogando por un momento de tranquilidad.
Aquí estuvo ella, ahogada en su rutina de destrucción.
I Carry Your Heart With Me - E.E Cummings
I carry your heart with me (I carry it in
my heart)I am never without it (anywhere
I go you go,my dear; and whatever is done
by only me is your doing,my darling)
I fear
no fate (for you are my fate,my sweet) I want
no world (for beautiful you are my world,my true)
and it's you are whatever a moon has always meant
and whatever a sun will always sing is you
Here is the deepest secret nobody knows
(here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life;which grows
higher than the soul can hope or mind can hide)
and this is the wonder that's keeping the stars apart
I carry your heart (I carry it in my heart)
my heart)I am never without it (anywhere
I go you go,my dear; and whatever is done
by only me is your doing,my darling)
I fear
no fate (for you are my fate,my sweet) I want
no world (for beautiful you are my world,my true)
and it's you are whatever a moon has always meant
and whatever a sun will always sing is you
Here is the deepest secret nobody knows
(here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life;which grows
higher than the soul can hope or mind can hide)
and this is the wonder that's keeping the stars apart
I carry your heart (I carry it in my heart)
Sometimes
Sometimes, I feel as if I was dead...
Sometimes, I want to drink alcohol until faint.
Always, thinking about you,
Always, walking without a clue.
A vanishing star appears,
a solid sun... justice claims.
Sometimes, I feel like digging deep into my thougths,
but I'm afraid of what I may find in there...
Always laughing without a smile,
always taking what's not mine.
Claiming the Death to come and take me...
Crying, Sleeping... annoying waiting.
Just, Take me... Love me... Hate me.
Cry for me... As I did for you.
Sometimes, I want to drink alcohol until faint.
Always, thinking about you,
Always, walking without a clue.
A vanishing star appears,
a solid sun... justice claims.
Sometimes, I feel like digging deep into my thougths,
but I'm afraid of what I may find in there...
Always laughing without a smile,
always taking what's not mine.
Claiming the Death to come and take me...
Crying, Sleeping... annoying waiting.
Just, Take me... Love me... Hate me.
Cry for me... As I did for you.
Vómito de líneas
¡Hola!
Bueno, hoy ando... ¿Inspirada? En realidad no sé si sea la palabra correcta, pero tengo ganas de escribir, de desahogar ideas, de vomitar líneas.
Amanecí de un humor, francamente, terrible. Bastante irritable y enojada, ¿Por qué? No tengo ni la más remota idea.
Tenía dos colaboradores en el blog, les acabo de quitar el permiso a escribir aquí, no fue por ninguna razón en especial, simplemente, lo hice y ya. A ambos los sigo queriendo igual... Tal vez algún día vuelva a tener colaboradores, la verdad es que no sé.
Hay días que amanezco así, otros amanezco bien... Otros triste, otros "equis". Mala suerte es, que de 7 días, 4 amanezco como hoy.
En fin, me voy gente. Cuídense.
Bueno, hoy ando... ¿Inspirada? En realidad no sé si sea la palabra correcta, pero tengo ganas de escribir, de desahogar ideas, de vomitar líneas.
Amanecí de un humor, francamente, terrible. Bastante irritable y enojada, ¿Por qué? No tengo ni la más remota idea.
Tenía dos colaboradores en el blog, les acabo de quitar el permiso a escribir aquí, no fue por ninguna razón en especial, simplemente, lo hice y ya. A ambos los sigo queriendo igual... Tal vez algún día vuelva a tener colaboradores, la verdad es que no sé.
Hay días que amanezco así, otros amanezco bien... Otros triste, otros "equis". Mala suerte es, que de 7 días, 4 amanezco como hoy.
En fin, me voy gente. Cuídense.
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