La delicia de tener una página en blanco frente a tus ojos, manos, lápices, plumas, ideas. Simplemente, causa un sinfin de sensaciones. Desvirgarás esa página y jamás volverá a ser lo que fue, blanca, limpia, virgen. Así, sin más, sin avisarle, la violarás, la violarás en su blancura.
Cuando las ideas fluyen sobre ella, se escuchan los gemidos del placer de tu cerebro. Es como si de repente, dejara de existir todo el universo, y estás sólo tú, tus ideas y la página. ¡Oh bendita, cómo haces sufrir a los incomprendidos! Eres la única manera en la que los enclaustrados sentimos, vivimos, disfrutamos un poco de libertad. Y no digo enclaustrados en algún lugar en específico, digo enclaustrados en nosotros mismos; nuestras alegrías, nuestras tristezas y preocupaciones. Nos brindas una salida de la monotonía general de nuestro ruido interno. Esos clics, esos clacs.
Todas esas paredes emocionales que nos rodean, esos muros que tienen colgados en ellos el letrero "Prohibido el paso". Y así, como si de verdad fuéramos obedientes, nos quedamos de un solo lado de los muros. Observamos a través de pequeños agujeros cavados con nuestras propias -inexistentes- ideas. Es así, como tú maldita (¿bendita?) página, nos brindas esa oportunidad de destruir (nos).
¿Cuántas veces no has quedado empapada a causa de mis lágrimas? ¿Cuántas veces no te he roto con mi propia desesperación al navegar? ¿Cuántas veces no has quedado hundida en los más recónditos abismos de la basura, mi basura mental, emocional? Eres tú, maldita página en blanco, el motivo de mi frustración, el motivo de mi negación. La razón de mi locura y mi sensatez. Eres tú, maldita página en blanco, lo único en esta vida que puedo destruir a mi antojo; convertirte en aquella que recibirá todo lo que yo le dé, sin importar qué, sin importar cuando. La que siempre, en aquel sentido putezco de la frase, se dejará violar.
Eres tú, querida página en blanco, la razón de mis más profundas satisfacciones. Funcionas mejor que pagar una fortuna en terapias. Simplemente, quiero descubrir el día en el que también desaparezcas mis alucinaciones de (intento de) escritora.
Maldita página en blanco, tú, esa puta que se deja tocar por tantas ideas como moléculas de oxígeno. Tú, maldita página en blanco, la que dejas de ser blanca cuando lo decido. Tú, maldita página en blanco, la que en estos momentos, recibe su funeral.