Cambio de juego.


La puerta se abrió y entró al bar. Yo estaba sentada en un rincón, sola tomando una copa de mi bebida favorita, pensando en el siguiente movimiento que haría en un juego de ajedrez que jugaba contra mí misma.

¿Extraño? Un poco. Pero así me doy cuenta de como soy al atacar y defender.
No hago distinción entre las negras y las blancas, sólo ataco y defiendo.

Pero, regresando al punto, logró que dejara de ponerle atención a mi juego.
Inmediatamente, hubo algo en su persona que me impresionó.
No sé si fue su cabellera; larga, lacia y negra como el ébano.
O si fue su altura, 1.80 como mínimo. O puede ser que sus ojos de un color café intenso y una mirada penetrante y misteriosa causaran en mí una sensación que jamás había sentido.

Una mezcla de euforia, nerviosismo, alegría, tranquilidad, tristeza... No lo sé describir, todo se juntó en mi estómago y provocó que se hiciera pequeño.

Aún así, sin prestar más atención, volví la mirada hacia mi pequeño tablero. Claro, sentía una mirada clavada en mi nuca.

Estaba enfocada en mi siguiente movimiento, que ya era para terminar con las piezas blancas, quienes en esta ocasión, fueron las derrotadas... Sin embargo, no hallaba el modo.

En ese momento, escuché pasos acercarse a la mesa... Y en menos de 5 segundos le dio jaquemate al rey blanco... Y en menos de otros 5, había desaparecido.

Estupefacta, no dejaba de admirar el tablero. El extraño de mirada penetrante le había dado fin a mi juego de una manera dramática, cortante e inesperada; como un verdadero maestro.

Apuré mi trago y regresé a mi casa. En toda la noche no pude dejar de pensar en aquel misterioso hombre.
Al día siguiente, volví al bar, a la misma mesa, a la misma hora, contando con encontrarme a aquel sujeto que, literalmente, me había robado el sueño.

Pero esta vez, hubo una diferencia; sobre mi mesa, había un rey negro y una ficha de dominó. Lo que significaba, que era hora de un cambio de juego... ¿Con él?