Yo.

Yo no soy de las que analizan, mucho menos de las que piensan. Sólo disfruto, así por el hecho de hacer, de descubrir, de disfrutar. Así tal cual, así perfecto. Total.

Yo no soy de las que comen. Y no me refiero al hecho de ingerir alimentos; me refiero a comer, a observar, a escuchar, a sentir. Yo no como, yo devoro. Así, con gula, así con deseo. Perfecto. Total.

Yo no soy de las que ríen, yo sólo sonrío. Así es, soy de las que mueven cientos de músculos faciales para dejar que un relámpago rompa la tranquilidad de la tormenta de mi rostro. Así, completo. Así, sin más.

Yo no soy de las que hablan. Sí, hablar; mover tu lengua, poner a trabajar a tus cuerdas vocales para producir sonidos, palabras, frases, enunciados. No, yo no hablo; yo creo conversaciones. Así, tal cual. Así, normal.

Yo no soy de las que corren. Yo camino; pasos completamente regulares, mismo tamaño, misma cadencia. Pasos determinados por la lejanía de la puerta a tocar. Así, en seco. Así, fantasmal.

Yo no soy de las que lloran. Yo soy de las que drenan su alma por los ojos. Soy de las que a diario hace limpieza dentro de sí. Así, regular. Así, sepulcral.

Yo no soy de las que escribe. Yo derrito; desvanezco el hielo y nieve en los más gélidos inviernos. Plasmo estaciones, sensaciones, sentimientos. Así perfecto. Así total.

Yo, yo sí soy de las que plasman riendo, corren llorando, comen analizando, escriben hablando. Yo, yo sí soy imperfecta, irregular e incompleta. Yo sí soy de las que juegan en los colores, ríen con las texturas y se empapan de literatura.

Yo soy de las perdidas en el tiempo, de las ahogadas en silencio.