Estoy sentada desnuda sobre mi cama en la posición de flor de loto. Me arden los ojos, he llorado mucho el día de hoy; me siento vacía e incompleta, pero hay un algo que de cierta manera reluce y me reconforta. Sin embargo, se esfuma y vuelvo a quedar fría.
Sale una bocanada de humo de mi boca, curioso aroma. No sé en donde me encuentro parada, en qué segundo de mi vida me detuve. Ni siquiera sé como va a terminar esta entrada. Sólo me estoy dando a la tarea de desfogar ideas.
El trinar de los pájaros, el sonido del viento y el curioso murmullo de los carros a lo lejos, aunados al aire frío que se cuela por mi ventana, sin dejar de sentir ese silencio ensordecedor que llena la atmósfera, me hacen sentir como si estuviera atrapada en una realidad paralela; estoy aquí, pero no estoy. Invisible a los ojos del mundo, es una sensación que tiene mucho tiempo no experimentaba. Me hace cosquillas por todo el cuerpo; disfruto de esto. Mi soledad, mis momentos conmigo misma... Son ellos los que hacen de mi existencia un asunto más ameno. Esos momentos en los que puedo estar tranquila, transparente a los ojos de los que no están presentes. Soy sólo yo conmigo misma. Qué extraño sentir. Sólo yo.
Algunas veces, me cuestiono cosas que causan graves estragos en mis ideas, las desestabiliza. Las lágrimas, coraje, tristeza, brotan sin más. Y cuando eso pasa, busco esos momentos en los que me puedo olvidar de la existencia de todo y todos y me encierro en mi cabeza. Con o sin música. Con o sin. Conmigo. Sin algo.
Una vez, alguien me dijo que nunca dejara de escribir, que era la manera en la que yo iba a conservar mi cordura, y más o menos me he mantenido fiel a ese consejo. Sin embargo, he descubierto que tiene más de un mes que no escribo algo. Así, nada. Qué vergüenza, honestamente. Curiosamente, ahorita que lo estoy haciendo, no sé qué rumbo tomar, no tengo idea de a dónde dirigir este texto. Es verborrea, sin más ni más. ¿Y de qué me sirve? De nada y de mucho.
El sonido de las teclas al ser oprimidas me reconforta, es divertido saber que estoy, de cierta manera, desvirgando una página en blanco. Es lo mismo que sucede con el rasgar de una pluma en el papel, sabes que estás lastimando la pureza, la blancura de esa depositaria de ideas; una hoja. Y cada entrada, cada letra, cada texto son siempre muy diferentes, los hay largos, cortos, con sentido, sin sentido, verborreas, párrafos, líneas, diálogos... Los hay de todos tamaños, sabores, colores, extensiones y demás. ¿En qué categoría quedará inscrito este intento de no-sé-qué?
Tal vez su existencia esté ligada a un fatídico destino; ser borrado. No sé si vaya a publicar ésto, ¿Qué tendrían ustedes que estar leyendo mis no-sé-cómo-llamarles? (Sentimientos, pensamientos, ideas, pesares, alegrías, tristezas)
O tal vez, publique esto y nadie lo lea. O se convierta en algún tipo de texto de culto, já. Qué sé yo.
Los escritores y también los que somos intentos de, entendemos que hay veces que llenas lineas y líneas y líneas de palabras sin llegar a realmente decir algo, es ese el caso de esta entrada. Es simplemente escribir por escribir, no sé ni siquiera en qué momento sea necesario o debido parar. Honestamente, no tengo idea de cómo terminar esto. Es como una adicción, el clic clac de las teclas, el pensar compulsivamente en qué palabra irá después de qué palabra es altamente intoxicante.
Pero, si para intoxicaciones voy, en ese caso mejor seguiré echando humo por la boca mientras decido en qué momento dejaré de escribir. Tal vez este sea el momento.